El plan de Salih

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Salih lleva 36 días en el centro de detención de inmigrantes irregulares de Misrata. Allí vive, come y duerme en lo que antes era una clase de Primaria junto a otros 30. Hace calor y, por supuesto, preferiría no estar ahí, pero le consta que hay sitios peores. Un sudanés en su misma clase, o celda, le comentó que en Trípoli los mataban a golpes y hambre. En Misrata no. A Salih le dan café y tres comidas al día y, de vez en cuando, le dejan salir a caminar por los pasillos.

Salih comparte espacio con otros nueve nigerinos además de ese sudanés. También hay cinco senegaleses y tres egipcios, pero de estos últimos no sabe nada porque sólo hablan árabe. Desconoce hasta cuándo estará allí, ni qué pasará después. ¿Le dejarán libre? ¿Le mandarán de vuelta a Níger? Nadie aquí lo sabe. Casualmente, hoy le han hecho esa misma pregunta dos periodistas europeos. Decían que estaban haciendo un trabajo sobre refugiados en Libia.

Salih también les ha contado lo de su accidente de coche hace cuatro años porque le han preguntado por su pierna. Todo el mundo lo hace. Ese trozo de madera se lo colocó un herrero de su misma aldea que no le cobró. Era su amigo. El plan de Salih era trabajar en lo que fuera, o incluso mendigar en las mezquitas, hasta reunir el dinero para poder volver a su aldea con una pierna ortopédica de verdad. Para eso vino a Libia.

Texto de Karlos Zurutuza
Fotografía de Ricard García Vilanova