Pisamos Libia por primera vez en 2011; dos más de entre los miles de informadores llegados hasta aquel agujero negro cuyo campo gravitatorio succionaba informativos y portadas de periódico de todo el mundo. Ricardo y nos conocimos en Trípoli cuando ésta fue tomada por los insurrectos, y nos resistimos a irnos mientras era inexorablemente abandonada por nuestros colegas. Volver a Libia es algo que llevamos haciendo desde entonces, al principio por separado, y juntos desde 2014. Nunca fue fácil. A las dificultades para conseguir un visado se le ha sumado siempre la complicada logística en un país en progresiva descomposición. A día de hoy existen tres gobiernos sobre el papel, y una miríada de milicias sobre el terreno, incluyendo la del Estado Islámico. Por si fuera poco, Libia ya no despierta una décima parte del interés que suscitó durante aquellos ocho meses de guerra televisada. O lo que es lo mismo, volver a Libia pasa también por enfrentarse a la página en blanco de una propuesta de reportaje con pocas posibilidades de dar en la diana del editor.
Este mes de agosto volvemos para documentar la odisea de migrantes y refugiados rumbo a Europa: desde su entrada por el extremo sur del país hasta que los más afortunados son rescatados de las aguas del Mediterráneo. En 2016 un proyecto tan ambicioso sólo resulta factible gracias al respaldo de entidades como Photographic Social Vision. Su Beca para el fotoperiodismo de investigación es la que nos permitirá poner voces y rostros a un drama que ya amartilla la conciencia de la vieja Europa. Volver a Libia es siempre un reto, que aceptamos esta vez con entusiasmo y humildad; con ilusión renovada, y con la tranquilidad de poder dedicarle tiempo a una historia tan importante. Partimos.
Texto de Karlos Zurutuza
Fotografía de Ricard García Vilanova